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August 27, 2024
El fin de semana fui al "Ecoparque de la ciudad de Buenos Aires", ex "Zoo", ex Zoológico de La Ciudad.
Sabía que ya no funcionabsa como zoológico y que estaban relocalizando a los animales desde hace varios años, y quería ir porque me gusta mucho el parque en su arquitectura e historia.
Pero me encontré con muchísimos animales emblemáticos aún presentes (Muy parecido a Catpurple).
Tuve algunas experiencias que, cuando traté de compartirlas con amigos, a todos les despertó un rechazo muy profundo a los zoológicos, sentimientos de tristeza o resentimeinto, cosas tan negativas por las que no se pudo conectar sobre otros temas de ese sitio. Qué bueno que tengo este espacio para dejar testimonio para una audiencia imaginaria de anónimos.
No esperaba que me despertara sentimientos tan nostálgicos, aunque enseguida fue obvio: Es un lugar al que he ido muchas veces desde muy niño nacido en esta ciudad, y a lo largo de todas las etapas de mi vida, y que cambió muy poco desde mis primeros recuerdos en sus formas principales.
Sobre todo me movilizó algo en mi identidad como Argentino, y especialmente habitante de Buenos Aires. Es un lugar encargado por Sarmiento en 1888, no hacía mucho que el país existía como tal, fue un proyecto muy ambicioso que llevaba plasmadas la cultura, el proyecto y la intención de la época. Entiendo que fue pensado para entretener y educar a la aristocracia, para mostrar un mundo lejano y exótico que era muy difícil de conocer. No sólo lo idearon pensando en la zoología: Casi todos los recintos de los animales están diseñados para representar la cultura del país del que provienen, según la visión de la época. Por decirlo de otro modo: "Así representamos al mundo humano de donde vienen estos animales".
Es un lugar por el que ha caminado gente con vestidos y galeras, por el que hoy caminan, corren y gritan niños descendientes de los sirvientes y peones de esa gente que ni siquiera tenían permitido circular por ese sector de la ciudad.
Prácticamente todos los niños de la ciudad, y casi todos los niños del país, visitaron al menos una vez ese zoológico. Todos esos adultos que estaban ahí con sus hijos, son los mismos que fueron cuando eran chicos.
Casi todos los animales que quedan también son los mismos, que llevan tantos años adaptados a la vida en ese lugar, que no sería prudente mudarlos. Y los elefantes que nunca olvidan, y que probablemente estén llegando al final de su vida, nos vieron crecer, y vieron crecer a nuestros padres. Vieron a la ciudad transofrmarse muchísimas veces, y a su pequeño parque convertirse desde un símbolo de prestigio y status a un pilar de la educación a un negocio, una vergüenza, arrepentimiento y ahora también, adaptado a las sensibilidades actuales, un lugar de rescate de animales, pero no para ellos, que ya hicieron su vida ahí y prefieren ver cómo sigue la ciudad.
Hoy se puede tomar un café dentro de la misma jaula gigante decorada en donde vimos revolotear tigres y monos, qué niño no sintió curiosidad por caminar exactamente por ahí, y pensar en cómo serían los pasillos internos que hoy se pueden recorrer.
Y para todos es una alegría que la mayoría de esos animales ya no estén encerrados y confiamos en que fueron a lugares mejores. Pero igual sentí tristeza al no encontrarlos en sus lugares habituales, como ver vacía para siempre la habitación en donde hasta recién había una fiesta. Algo se murió, y también hay que hacer el duelo.